Hola a todos!! Hoy os traigo un microrrelato que presente para un proyecto solidario. Este proyecto, era para recaudar fondos con fines solidarios. Mi propuesta fue aceptada y se ha publicado en un libro que contiene cerca de 130 relatos de 130 autores diferentes.
Espero que os guste.
¿Y ahora qué?
A
veces pienso que la vida, en definitiva, puede llegar a ser bastante difícil de
sobrellevar. Otras, sin embargo, pienso que realmente desearía dejar este mundo
pero entonces me reprocho el tirar la toalla tan rápido, sin luchar. Pues como
leí una vez en solo dios sabe dónde, “morir es fácil, lo difícil es vivir”.
Con apenas 30 años no me ha quedado más remedio que
echarme a la calle como una adolescente en buscad e su primer trabajo. Si así
es. Literalmente. Tengo una hija que es mi pequeño tesoro. Sin embargo, ¿cómo
puedo dar un futuro a mi pequeña, cuando ni siquiera yo tengo uno?
Sin trabajo, sin prestaciones económicas. Sin nada. En la
calle al menos, la gente te enseña cosas. Y es que, he llegado a conocer a
personas interesantes, por las que merece la pena seguir adelante. Ese tipo de
personas que dices “se merecen una oportunidad”.
Ello ha hecho que reflexione. ¿Realmente mi situación es
tan mala? Al menos tengo un techo bajo
el que dormir y cobijar a mi hija, un techo que no me van a quitar. Y como
mínimo siempre tengo algo que darle a mi niña para comer. Gracias a la ayuda
del comedor de mi barrio. Sin embargo, cuantos hay en la calle sin un techo,
sin una prenda de abrigo. Sin nada. Y antes esto se veía lejano. Como si no
fuera real o no fuera con nosotros. Hoy día, es gente de a pie, gente de tu
comunidad autónoma, de tu provincia, de tu ciudad, de tu barrio… Tus vecinos.
No hace falta ver anuncios en la Tv para ver pobreza solo hay que asomar la
cabeza por la ventana.
Siendo así y
siendo mi trabajo el de escribir, sí, soy periodista, decidí hacer algo por
ello. Como dije en la calle he conocido a muchas personas. Buenas personas. Las
he reunido en el comedor local. Y una vez allí, les he propuesto algo. Crear a
través de nuestra ciudad una red de información boca a boca. Como si todos
hiciéramos el papel de emisarios. Como antaño. Eso aunque pareciera poco, les
daría un motivo por el que levantarse cada día. Pero además mi propuesta no
acababa ahí. Decidí que con esa red de informaciones que íbamos a montar
podríamos escribir un libro. Un libro donde se cuenten las cosas verdaderamente
importantes. Cosas de la vida. Todos estaban entusiasmados. Por fin se veían
útiles para la sociedad. ¿Tan difícil era hacerles sentir importantes? Está bien,
aun no tienen un techo o dinero pero por algo se empieza.
Tras hacer una repartición por zonas de la ciudad, todos
nos encaminamos a hacer nuestro trabajo. Nos reuníamos cada noche en una de las
habitaciones que el grupo voluntario del comedor local nos dejaba y
comentábamos lo que habíamos visto y oído. Días que había temas en los que se
echaba a una familia de su hogar, el fallecimiento de algún conocido por el
intenso frio del invierno en las calles, y otros días había temas como que
alguien había encontrado un pequeño trabajo o que no sé quién iba a ser mama
y/o papa. Yo hacía nota mental de todas las conversaciones de mis nuevos
amigos, de sus emociones, de sus gestos. Y siempre cuando me quedaba sola con
mi niña arrullada junto a mí, escribía en un blog todas y cada una de las
sensaciones percibidas esa noche.
Así fueron pasando los días, las semanas,…y los meses. El
grupo se fue reduciendo quedando solo 5 personas de las 17 que comenzamos el
proyecto. Tres de ellos habían fallecido
por su edad o salud. El resto, sencillamente se aburrió. Y yo los entendía.
Pero una noche, mientras comentaba las últimas
experiencias vividas en mi blog, salto la señal de que alguien había escrito en
el chat que puse cuando inicie este viaje. Nadie había escrito jamás. Curiosa
mire la ventanita del chat.
“Haces una gran labor, y me gustaría ayudar a que al menos estas
personas fueran felices.”
Y tras ese
mensaje un nombre y un numero de contacto.
“Juan Carlos Fernández Arias.
801-678901”
Prometo que me quede al menos 3 o 4 minutos enteros
mirando la pantalla, sin moverme, sin apenas parpadear. Cuando reaccione, fui
corriendo a por mi teléfono. Al primer toque me contesto la voz de un hombre
maduro. Una voz grave y muy formal. Tras presentarme, el llevo todo el peso de
la conversación. Era al parecer el dueño de una editorial ubicada en nuestra
provincia. Y estaba interesado en llevar todo lo que había escrito hasta ahora
en mi blog a un libro que se pondría en venta y cuya recaudación seria
íntegramente para los participantes en mi red de información. No supe cómo dar
las gracias a este señor. Y tras unas torpes palabras mías, nos citamos al día
siguiente precisamente en el comedor donde me reunía cada noche.
Esa noche no pude dormir. Y durante el día parecía un
polluelo recién salido del huevo. Temblaba de alegría. Avise a mis amigos de la
calle, amigos que ya habían pasado a ser casi familia. Y esperamos la llegada
de Juan Carlos. Algunos de mis amigos eran escépticos, y decían que nadie hacia
cosas así de forma altruista. Sin embargo….
Hoy han pasado 2 años, sigo escribiendo en mi blog y ese
libro se publicó llegando a están en los libros más vendidos del país y
Latinoamérica. Hoy hace 2 años justamente que recibí ese mensaje en el chat. Y
hoy hace 2 años que conocí a Juan Carlos. Mi marido ahora. Un hombre que estaba
atormentado por la situación económica-social de su país. Un hombre que ha dado
trabajo a esos “amigos de la calle” que tanto llegue a querer. Y un hombre que
ha sido capaz de mostrarme que si se pueden llegar a hacer cosas buenas de
forma altruista. Que aun hay esperanzas. No solo tenemos que luchar por
conseguir nuestros sueños. Si no que además…tenemos que ayudar para ser
ayudados.
Nosotros hemos conseguido nuestro propósito, demostrarle
a la sociedad que somos útiles, que somos personas igual que otras. Y que
valemos y mucho.
Hoy en día esa Red de Información que empezó simplemente
como pasatiempo se ha convertido, verdaderamente en un grupo de personas que
buscan casos que necesiten de una mano. O de dos. Historias que merezcan ser
contadas. Personas que necesiten ser ayudadas. Somos una editorial con un
objetivo. Dar la mano a todo aquel que lo necesite y este dentro de nuestras
posibilidades ayudarlo.
Gracias a todos los que nos seguís. Pero sobre todo
gracias a mis amigos de la calle. Esos que hicieron por mi más que cualquier
“amigos” que tuviera antes. Porque ellos me enseñaron lo que es vivir. Ellos
han sido mis maestros de la vida y gracias a ellos hoy mi hija, como los hijos
de ellos, tiene un futuro.
Gracias y un abrazo.
Adjunta de
Dirección de Ediciones Vida
Lucia Sánchez
(Cualquier parecido a
la realidad es puramente coincidencia)
Atte. Emary
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